domingo, 29 de noviembre de 2015

Entre Paris y Rakka, las inconmensurables aristas a dos semanas de viernes del terror.

Por Jorge Guerra.


Esperé dos semanas para escribir. No quise caer en la trampa de dejarme envolver por la tristeza, la cólera y esa presura común que es la de liberar las palabras inmediatamente que uno se entera de la barbaridad que acababa de sacudir una ciudad donde se vive, y que por demás se ama. No quise inmiscuirme en el debate como ya lo han hecho tantos, algunos/as verdaderos/as conocedores/as, y una mayoría expertos foráneos o del momento. Me di unos días, mas bien para leer, reflexionar, escuchar y tratar de entender cómo diablos esta masacre tuvo lugar. Y sin embargo, dos semanas después, sigo sin tener posiciones ni argumentos claros; sólo dispongo de pinceladas, esbozos de preguntas, ideas y apuntes para que la aprehensión de esta situación pueda tener algunas frágiles amarras.

Al dirigirse a la Nación el mismo trágico viernes 13 de noviembre el Jefe de Estado François Hollande declaró terminantemente que Francia estaba en guerra. A esta insistencia vendrían a sumarse lógicamente los miembros de su gobierno, en cabeza del Primer Ministro Manuel Valls, y una buena parte de los/as responsables políticos franceses en un momento en que urgían a la unidad nacional. ¿La guerra? Qué dura y cruda suena esa expresión que dice tanto y así mismo nada. ¿Guerra? Sí, afirman quienes consideran que las intervenciones militares en el Sahel, en Siria, o en Afganistán le están pasando su cuenta de cobro a Francia y en su propio territorio. ¿Guerra?, que absurdo, nada se sabe del refractario, solo que lleva el nombre de Daesh o el Estado Islámico, pero que en términos escuetos no es propiamente un Estado, mucho menos un pueblo, no dispone de un ejército convencional, mucho menos tiene unos límites geográficos establecidos, es lo que declaran otros/as. ¿Guerra? No es para tanto, aunque tras lo ocurrido, que es quizás la continuación del 7 de enero con Charlie Hebdo y un supermercado no puede hablarse de que Francia se encuentre en total paz, añaden algunos más. Pero sea la que fuese la posición frente a la aludida guerra, el enemigo existe, invisible en el propio suelo francés, de múltiples cabezas lejos de sus fronteras.  

El enemigo multifacético 

¿Pero este enemigo, interno lo define Carl Schmitt, cómo asirlo? ¿Los migrantes? Felices y con cinismo convergen los xenófobos y los sectores de extrema derecha bajo la férula del Frente Nacional, que apuntan con su dedo inquisidor hacia los miserables hermanos que buscan refugio en países ajenos al suyo buscando poder vivir, y de ser posible dignamente. ¿Los musulmanes? Se trata de un término cedazo. Nada mas en Francia la cifra supera los 5 millones de personas, aunque rebanando la cifra agrupa practicantes, seculares, franceses, migrantes de países árabes o donde el islam es mayoritario, re-conversos, y seguramente ateos. ¿Qué los Sunitas? Pese a ser la vertiente dominante sus principales instituciones se rigen por los principios republicanos, y lo mismo lo hace la minoría Chiita. ¿Qué los salafistas? Algunos expertos aducen que en Europa prima la versión “Quietista”, en principio interesada por una deriva religiosa y distante de las cuestiones sociales y políticas? ¿Qué los wahabitas? Aun si radicales no todos dan el paso al terrorismo, ¿en los jóvenes de los municipios periféricos con una marcada población de ascendencia norteafricana? Si es cierto que en muchos barrios populares y zonas periféricas de las grandes ciudades francesas y europeas se han constituido en los últimos años nichos de radicalismo yihadista, éstos no constituyen la norma del diario acontecer donde para un grueso de la juventud el interés se concentra en terminar por lo menos el bachillerato, encontrar un trabajo, convertirse en un deportista profesional, dedicarse a alguna tendencia musical o artística como el hip-hop, el rap o el grafiti; apenas una parte reducida, como sucede en las barriadas de los países latinoamericanos se deja llevar por la vagabundería, y en general le importa mas enriquecerse con el negocio de las drogas o participando en redes de delincuencia organizada.  

Por el lado internacional la cosa no es menos fácil así lo pinten algunos responsables mundiales. Con su declaración de guerra, que le otorga a Hollande facultades otras a tiempos apaciguados, queda saber de que lado caerán los misiles y las bombas; nada más engorroso que la situación a la que el mandatario se enfrenta. Por donde quiera que se le mire no va a dejar de perder. La acción belicista que se emplaza hacia el medio oriente bajo la enseña de la legitima defensa va a ser recibida con resquemor por algunos sectores del mundo islámico y sí, si no es derivación de una disposición de la ONU, una nueva violación a las soberanías nacionales y la autodeterminación de los pueblos. Por igual, según el tipo de coalición que se ponga en plaza con el objeto de combatir el demonio Daech, todos los países, fuerzas y poblaciones implicadas no van a sentirse a un mismo nivel satisfechas ni seguras. ¿De qué manera el bando Sunita, amparado en el peso de la Arabia Saudita y el Qatar interpretara los señalamientos de permisividad y relaciones enigmáticas con el terrorismo salafista? ¿Cuánto esta dispuesto a ceder el ala sunita ahora que advierte el protagonismo del ala Chiita y una montante aquiescencia de las potencias occidentales para con Irán? Y específicamente en lo que toca a Siria las facciones que combaten el régimen de Bachar Al-Assad, y en ciertos casos a Daech terminarán entre el fuego cruzado ahora que Francia y algunos de sus aliados redefinen sus posiciones en cuanto a que la solución al polvorín sirio pasa por incluir el dictador al mando en la mesa de negociaciones. 

¿Cuál será el mejor mecanismo para re-hacer el tejido social y vigorizar el Estado en países como Siria, Irak y Libia una vez erradicado o constreñido el hechizo apocalíptico que generan las hordas de la secta regentada por Abu Bakr al-Baghdadi? Combatirla en un territorio que se extiende del nordeste de Siria al Noroccidente de Irak no es mera cuestión de aviones ni de bombardeos sofisticados, conociendo que el proyecto de califato ha sabido aprovechar el vacío institucional de los países donde esta asentado y mediante la imposición o la aceptación forzada a la que se ven sometidos numerosas poblaciones recauda impuestos, controla los desplazamientos, fija el funcionamiento de escuelas u hospitales, imparte a su manera la justicia y por supuesto le ofrece a los jóvenes sin demasiadas perspectivas trabajo al seno de su tenebroso pseudo-ejército. Ello sin descuidar sus los satélites de los que goza en Libia, Mauritania, Tachad, Mali o Nigeria y en donde fuerzas especiales francesas y miles de soldados de los países comprendidos buscan contener le propagación de una doctrina que mas bien se asemeja a una marca. De aprobarse la incursión terrestre en Siria la coalición deberá estar atenta a no repetir los errores de la invasión estadounidense a Irak y de la mal comprendida guerra en Afganistán contra los talibanes y en la que Francia tuvo participación. 

De todas maneras, sin un cambio en las mentalidades occidentales e islámica, lo cual pasa por ajustar la manera de promover y aplicar la democracia, y abrir la participación a las fuerzas progresistas sociales y políticas presentes en un determinado territorio la salida militar escasamente servirá de paliativo. Lo anterior sin soslayar la cuestión Kurda ¿Cuánto esta dispuesta a ceder la Turquía a raíz del apoyo que vienen recibiendo los combatientes del PKK? Si bien la influencia de este partido se encuentra de retorno no todo el conjunto de la población kurda y en especial las comunidades Yezidis del norte de Siria e Irak comparten las tesis de estirpe marxista-leninista que lo tutelan. Además, el avance que en zonas semanas atrás controlados por Daesh vienen exponiendo sus milicias, estribadas por las descargas aéreas norteamericanas, francesas o aliadas, obligatoriamente tendrá que detenerse cuando lleguen a los bordes que demarcan las frontera con las poblaciones de cultura árabe-sunita. Y por sobre todo, no debe olvidarse que cualesquiera que sea el desenlace de esta situación que tiene en agitación las diplomacias internacional las cartas en la repartición de los poderes, hegemonías e influencias quedaran alteradas. De hecho y de entrada una primera ganancia la obtiene el complejo militar industrial con Francia, Estados Unidos y Russia en el ápice de la lista. Luego viene el entendimiento, frágil aun, entre países que no ocultan sus diferencias y enemistades, y que guardan intereses disimiles en materia geopolítica o del mero interés nacional.   


El freno a las libertades

Tras lo vivido en Paris, simple y mera sucesión de eventos igualmente trágicos como los de un vuelo con turistas rusos en los cielos de Egipto; una plaza colmada de manifestantes kurdos en Turquía; un barrio popular en Beirut, Líbano, donde tiene presencia el Hezbolah, y ahora un importante hotel de Bamako, Mali, frecuentado por extranjeros, no se sabe cómo va a operar el Derecho Internacional y en una guerra que mezcla lo convencional y la estrategia de guerrillas. Hasta el momento los medios poco han informado, con excepción de la cifra pobre de terroristas que han sido abatidos, a cerca del número de civiles que yacen bajo los escombros o se encuentran mutilados por culpa de las mas de 700 bombas lanzadas sobre Siria en estas dos últimas semanas y que deberán añadirse a los que ha causado la guerra civil en que se encuentra dicho país. Del mismo modo, paradoja de esta extraña situación, cómo convenir que en Francia prevalezcan el arresto, la asignación a residencia, el allanamiento, y en última instancia la aniquilación de un individuo que responde con fuego a la batida en su contra mientras que al extranjero su aviación militar extermina sin escrúpulos los connacionales que engrosan las filas del para estado islámico, tal que lo hizo el 8 de octubre al bombardear un campo de aprendices terrorista franceses y francófonos. 

Sin embargo la gota que desborda el vaso es la decisión presidencial y sostenida por el pleno parlamentario de decretar el Estado de Urgencia (cuya patrón se remonta a la guerra de Argelia), durante un trimestre y de considerarlo necesario extenderlo. Si Hollande fue elegido bajo el designio de sacar a Francia del estancamiento económico en el que se encuentra desde hace ya casi un decenio, hoy por hoy, como si se tratase del “leviatán hobbesiano” su prioridad es limitar algunas libertades a los ciudadanos y brindarles seguridad como contraprestación. Es cierto que con su “Patriot Act” los Estados Unidos no han vivido otro día de terror como el perpetrado en 2002 por enemigos externos, la sola excepción: el atentado con una bomba de fabricación casera perpetrado por los hermanos Tsarnaev en plena maratón de Boston en abril de 2013. Y es de pronto en emulación a lo hecho por la potencia norteamericana que el gobierno Hollande busca prevenir que se reproduzcan hechos lamentables en el suelo francés. Las primeras medidas no tardaron. Perquisiciones las 24 horas del día y sin previa ordenanza de un juez; prohibición de manifestaciones públicas y la posibilidad de desarticular grupos o asociaciones estimados de sospechosas; una nutrida presencia de fuerzas militares y de policía en las calles; el control permanente en las fronteras nacionales, un proyecto de ley que permitiría la expulsión de personas consideradas un riesgo para la seguridad y el orden público; la anulación de la bi-nacionalidad, sin importar que un presunto terrorista pueda ser decapitado o torturado en su otro país de origen. Bien que cae el reciente llamado de atención de Habermas en una columna en Le Monde “resistir a la tentación de ceder a la presión de un supuesto enemigo interno y así no tener que sacrificar las libertades democráticas”. Sin embargo la pregunta surge: cómo evitar que la excepción del momento no se transforme en regla y se instaure en el imaginario colectivo. De momento los socialistas no se opone al Estado de Urgencia; la derecha y su extrema con ansias de ir aun más lejos, la izquierda no socialista que pasa inaudita, y el propio Hollande con sus principales ministros que no quieren desaprovechar esta ocasión que les ha hecho recoger puntos, mostrándose como hombres de bravura y que tantos pueblos aman, pese a que en materia social y económica sigan sin convencer. 


La “suite”, o de lo que se viene o habría que hacer

A menos que empeoren les cosas o que alguna torpeza o avidez oculta nos adentre al preámbulo de un cuarta guerra mundial – la tercera siendo la lucha contra y pro comunista con sus miles de muertos y conflictos del orden nacional e internacional llamada también Guerra Fría-, el rio retomará su causa, sucedió así luego de las Twin Towers, de la estación Atocha y, la prueba, el que pareciera lejano 7 de enero, aquí en Paris, y que en nada sirvió para que se evitaran los tristes hechos que provocaron este escrito. Cambios se dan todo los días, de pequeña y talla mediana, pero para que sean de envergadura es menester de revoluciones, que no son necesariamente violentas. Con todo habrá que atenerse a nuevos sacudones, que incluso pueden moler nuestros propios cuerpos en una Europa y en países occidentales donde no obstante se respira en paz. De seguro con el transcurrir de los días Daesh ira perdiendo su flama hasta desvanecerse o llegar a un nivel igual o por debajo del que se encuentra Al-Qaeda en la actualidad. La vertiginosa manera para reclutar combatientes ya ha empezado a verse afectada por igual que los recursos, armas o bienes con los que se permite retar al mundo. Lo mas probable es que algunos grupos que se diluyeron a su empresa retomen sus siglas y planes iniciales sin que falte los que inicien un combate sin cuartel por disputarse un territorio o figurar ante los incautos como los únicos representantes de un islam que pretenden puro, redentor, mesiánico. 

En Francia, contrariamente al debate que surgió alrededor del “yo soy Charlie”, las masacres del viernes 13 de noviembre generaron menos posiciones ambivalentes y sí por el contrario una verdadera rabia al interior de las comunidades musulmanas que no se sienten en lo más mínimo próximas de un Islam que profesa el odio y la sangre desparramada. Aunque es aquí mismo donde el trabajo de desarmar cualquier oda teológica a la venganza y auto-flagelo esta por emprender.  La laicidad ha demostrado ciertos limites, comenzando por que un segmento de la población no responde a las mismas características que permitiesen la instauración de la ley de 1905, ni el contexto, con una buena dosis de anticlericalismo, parece, cosa bien lamentablemente, estar al orden del día. Por el lado Europeo ese gran logro que es el espacio Schengen y que abría fronteras va a verse de momento obnubilado. El fichaje de quienes ingresan o salen de los países que lo componen así que los controles a las telecomunicaciones y a los movimientos de personas va irse afianzando. El seguimiento a las transacciones oscuras como a la venta de armas al interior de la zona europea occidental va a quizás afinarse, lo que resulta una excelente noticia aun si lamentablemente por fuera ese mercado va antagónicamente a acrecentarse. Pero hasta dónde las oficinas de inteligencia europeas y de otras naciones van a prestarse al intercambio de información es algo difícil de aprehender, por mucho que el terrorismo no distinga de países ni gobiernos, los responsables en la materia no van a ceder muchos de su datos ni menos aun los métodos del recolección de información y poder así preservar sus respectivas soberanía. Frente al control de fronteras el punto medio entre darle acogida a quienes huyen la guerra e impedir el ingreso de quienes buscan inmolarse a nombre de un delirio teocrático va generar debates que no pondrán en consenso al conjunto de los gobiernos y fuerzas con asiento en el parlamento europeo. Con qué herramientas legales, técnicas y financieras va a enfrentarse el enemigo designado dentro, en los linderos y fuera del continente europeo no es cosa que se remedie en un corto plazo. 

Buscar razones en la herencias coloniales de Francia resulta mas un desvarío en el cuadro de una fenómeno más imbricado. Pues por fuera regresar al paraíso perdido que supone un califato, y que pudo haber tenido lugar hasta 1924, a las huestes sanguinarias del Daesh no se les escucha un discurso de sacar al ocupante colonial e imperialista, destronar el estado Burgués, liberar los patriotas, emancipar a los hombres y sobretodo a las mujeres del yugo patriarcal y el inmiscuir de una deidad en los asuntos humanos. ¿Se trata de una vuelta o de un recurso a la religión para que tutele la esfera  política, económica y social? ¿O por el contrario la secularización y occidentalización en progresión en países incluso regidos por la teocracia política tiene atemorizados a los guardianes de las tradiciones sacro-religiosas, y por lo mismo encienden las sirenas contra el riesgo de caer en el mundo profano? El occidente que reviene a la idea de impartir el orden, la seguridad, la democracia y la justicia poco o nada hizo para acompañar las revoluciones de la primavera árabe. Tanto por evitar un contagio en sus puertas que derrumbara algunas prácticas tradicionales de hacer política o encendieran nuevos o viejos conflictos; tanto para mantener un halito de influencia sobre gobiernos o fuerzas conocidas. Claro está que los precursores de aquellas gigantescas movilizaciones tampoco supieron organizarse a la hora de acercarse a la toma del poder o servirse de él. Víctimas de la espontaneidad y carentes de partidos o vanguardias ideológicas terminaron presas de la división permitiendo el regreso de las corrientes más conservadoras y militaristas de la sociedad musulmana. La escaza singularidad vino por el lado de Túnez, en el ojo visor de los justicieros extremistas musulmanes. 

¿Acaso la explicación a ese deseo nihilista o heroico de algunos jóvenes por formar parte de las tropas del terror no reside en la ausencia de proyectos emancipadores en nuestros tiempos? Dentro de las respuestas inmediatas del presidente Hollande se encuentra la creación de 5 mil nuevos puestos en las fuerzas militares y de policía. Ello va de la mano con un circunstancial deseo de cientos de jóvenes franceses servir a su patria enrolándose en tanto soldados. Qué bien que quedarían algunos miles de empleos de esa cifra lanzada por el mencionado presidente en la educación, la salud, el trabajo asociativo, la investigación o el mundo cultural. ¿Por qué muchos de estos valerosos  jóvenes no dirigen esos ánimos altruistas y enorme energía a un trabajo en barrios o zonas periféricas, a servir a la nación en instituciones de interés publico y social, a participar en organizaciones no gubernamentales y desplegar esfuerzos al seno de un movimiento social y político, de pronto en los partidos? Es quizás en estos últimos donde radica el meollo del asunto, a diferencia de ciertos momentos de la historia donde los partidos, los dirigentes políticos y las castas intelectuales a ellos adscritas cumplieron un papel contra toda alienación prometiendo mundos y sociedades mejores, la ubicuidad de propuestas es su marcador en el presente. Preocupados por ganancias electorales los partidos dejaron de ser canales entre el Estado y los ciudadano, muy poco se cuestión respecto a aquello que los liga con sus bases. Junto a ello, buena parte de sus figuras pensantes añora convertiré en un intelectual de la Bolsa, al va y ven que impone el raiting de audiencia de la televisión o la radio. El entretenimiento del tejido social se extravía ante los cálculos y el pragmatismo del dirigente político para perennizarse en el poder o la actividad electiva.
    
No se puede ser ciego a que a presente y frente a la expectación de solidaridad se responde cada vez mas con un cada cual por su cuenta si aspira a triunfar en un sistema individualista, competidor y depredador como el capitalista. A la axioma de la fraternidad se anteponen las banderolas del nacionalismo, la salvaguarda familiar, la supervivencia del propio grupo. Al anhelo de igualdad se replica con la intolerancia, la discriminación, la segregación, la justicia que mide con diferente cayado. Los jóvenes hacen todo en demasiado advertía Platón, y es por lo mismo que pueden ser creadores del la mejor de las sociedades o contrariamente convertir un país en un infierno. Fuese por simple lasitud frente a la monotonía muchos se sienten atraídos por experiencias que les generen adrenalina, otros en cambio, ante la falta de perspectivas de empleo y el hecho de estar relegados a una ciudadanía de segunda clase, separados de la comodidad y la seguridad de la cual gozan las clases burguesas se sienten desnudos ante un mundo que los designa perdedores. Desestimados en sus iras momentáneas o frustraciones personales tal que sobreviniese en 2007 buscan opciones más radicales sin importarle ni preguntarse por el fin perseguido puesto que su sola ambición es ser el centro de atención, devenir héroes por el lapso de un día antes de esfumarse en el olvido y el aborrecimiento. 

Debido a su salvaje acto los terroristas lamentablemente desorientaron la opinión. Ya había acontecido principiando este mismo año cuando el debate en torno a las políticas de austeridad y las vías alternativas para relanzar el pleno empleo quedó proscrito seguidamente a la matanza en Charlie Habdo y otros puntos de la capital francesa. Para esta oportunidad se ha desviado la atención que se le estaba poniendo a los temas de política local, frenando de paso una dinámica en torno a la visibilidad de una nueva camada de intelectuales de izquierda ante su ausencia en un debate público copado en tiempos recientes por generadores de opinión de derecha o “tele-intelectuales”. Para completar, alteraron la posibilidad para que la sociedad y las organizaciones civiles pudiesen tener una participación activa en el marco de la conferencia por el clima que se da cita desde hoy mismo en Paris. Ojala que la cuestión ambiental ofrezca verdaderas perspectivas de cambio, en la cual millares de jóvenes se sientan involucrados.

En la querella que opusiera Rosa Luxemburgo y Jean Jaurés frente al internacionalismo propio a la clase obrera el francés respondía que por mucho que se quiera los obreros nacen en un país y tienen una patria. Trasponiéndolo al presente y en el debate entre el multiculturalismos y de la identidad nacional, los terroristas sin enterarse han puesto en praxis lo que no vio concretado la espléndida dirigente espartaquista; estos jóvenes, no menos franceses o belgas que otros dan a entender con su acto que su deriva islámica fanático-totalitarista prescinde de fronteras o de cualquier sujeción al una patria y un ideal de ciudadanía. ¿El antídoto? Enriquecer la democracia en todas partes del mundo, porqué no tratando de imitar ese bello interregno de una democracia participativa que fue La Comuna de 1871; abriendo las plazas y las calles a la movilización y la expresión social, promoviendo la paz allí donde falta, afianzando solidaridad entre los pueblos y la alternativa a capitalismo, cerrándole las vías al totalitarismo, y en nuestro caso la ideología reaccionaria y racista del Frente Nacional, practicando una relación transparente, pedagógica o educativa de los/as representantes del pueblo y sus conciudadanos. Y frente a la urgencia de cambiar el sistema antes que el clima, aun si me aborda una duda: en plena COP21 nada se ha dicho del efecto que tendrán las bombas que han estado cayendo sobre Siria e Irak sobre el seguro calentamiento global.


  Paris, 29 noviembre de 2015.

 

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